martes, 31 de mayo de 2011

Lorenzo Plana

Belleza
                                                        para Josep M. Rodríguez

Salgo de casa y dejo atrás
la tumba de mis padres.
Con el fin de alegrar mi propia tumba
me incrusto en el naranja de los días,
en el naranja azul de amaneceres,
en el naranja de una boca puta.

Consigo enamorarme de una cría
perdida en la repisa de una noche
en la que alguien lamerá su aurora.
La gente rica sabe de la vida.

Soy el gran olvidado del amor,
a pesar de que escribo como un loco
-hirsutamente cuerdo-
a favor de las masas y la masa
encefálica y plena de mi estética.

Así que otorgo a la desdicha amor,
y pido a la nostalgia un polvo a secas,
con el fin obviamente de aplacar
el absurdo copiado del absurdo:
eso que brota de la poesía,
un arte mencionado hasta el amor
en el Libro Sagrado.
Soy joven y me espera el paraíso,
la ausencia de lirismo,
la justicia total,
la negación del arte.

Soy capaz de ensuciar las avenidas
con el hollín de un cielo que amanece
más limpio que la lluvia hacia arriba.

Eso sería entrar en paraísos
que exigen cumplimiento.

                                                  (De Extraño, Pre-Textos, Valencia, 2000)

lunes, 30 de mayo de 2011

"Poesía completa", de Mario Rivero


Mundo abierto en canal

Mario Cataño Restrepo (Envigado, 1935-Bogotá, 2009) podría ser un personaje de novela de aventuras. Se dice que fue voluntario en la Guerra de Corea, cantor de tangos, marchante de arte, gigoló, conferenciante por los pueblos de su Antioquia natal, locutor de radio, granjero, vendedor de enciclopedias, acróbata y levantador de pesas en circos ambulantes, contrabandista, actor de teatro, guía turístico... y, por supuesto, también fue el poeta Mario Rivero: “Mario me llamo / soy mordisco al aire / soy un husmea-cosas / soy un cuenta-cosas”.

Ese “cuenta-cosas” nació en marzo de 1963 con la publicación de Poemas urbanos, una veintena de textos que habían ido apareciendo desde 1958 en el suplemento Lecturas dominicales del periódico El tiempo, y que no fue hasta que se recogieron en libro cuando empezaron a extenderse por los ambientes literarios de Bogotá como lava encendida: luminosa, irrefrenablemente. Gonzalo Arango celebraba “con júbilo” la edición de Poemas urbanos: “Esta poesía de Mario Rivero no sólo abrirá el camino y lo alumbrará sino que será el camino en la crisis y el eclipse del arte deshumanizado de nuestro tiempo. Saludo en su voz al poeta urbano que esparcirá resonancias de una belleza nueva en las avenidas del porvenir”.

El entusiasmo del fundador del Nadaísmo no fue una excepción. Como apunta Andrés Holguín, aquel primer libro de Mario Rivero “fue elogiado, con razón, por nadaístas y no nadaístas”, en parte por esa condición de “poeta urbano” a la que hacía referencia el autor de Prosas para leer en la silla eléctrica. Desde Baudelaire, la metrópolis se ha venido identificando con la modernidad: las primeras vanguardias históricas, T. S. Eliot y Walter Benjamin, Poeta en Nueva York... Una tradición que, sin embargo, Mario Rivero abraza con algunas reservas, porque para él la gran ciudad no es sólo el escenario, sino también el motor de unos poemas que nacen del contacto directo con miles de seres marcados a fuego por su anonimato: “una mujer gorda que abre un paraguas”, tres “modistillas” que esperan el autobús, obreros en su descanso para comer... “Esta calle, mi calle, / se parece a todas las calles del mundo. / Se ven estas cosas y otras cosas”.

Sin embargo, Rivero no escribe –a diferencia de Georg Trakl– “contra la ciudad / donde fría y malvada / habita una estirpe pudriéndose / que a los blancos nietos / prepara un futuro sombrío”. Más bien lo contrario. La suya es un poesía que pretende dar voz a los que no tienen voz. A esa estirpe de hombres y mujeres marginales, desencantados: “Hay tanta soledad a bordo de un hombre”. Sin duda su actitud es similar a la de Nicanor Parra o a la de los españoles Blas de Otero, Gabriel Celaya y José Hierro, para quienes el compromiso ético era igual de importante que el compromiso estético. O quizá más. Algo parecido a cuando Kipling afirma: “Yo no poseo el don de la palabra, pero digo la verdad”.

De ahí el particular estilo de Rivero: deshilachado y prosaico, pretendidamente antirretórico. De ahí también el lenguaje directo y coloquial de sus textos. Como en el primer “Tango para Irma la dulce”, paradigma de la poesía conversacional: “Ya la noche se había acabado / ella puso su mano en mi cara y dijo «soy una mujer cansada» (…) Y luego como la cosa más natural del mundo / «sé que el error está en mí misma»”.

Perteneciente a Baladas sobre ciertas cosas que no se deben nombrar, “Tango para Irma la dulce” aúna ya desde su título mismo dos motivos que se irán repitiendo en la obra de Mario Rivero. Por  un lado, el cine –aquí presente en la alusión directa a la película de Billy Wilder y al personaje encarnado por Shirley MacLaine– . Y, por el otro, la música: “Sosa Beny Moré Gardel / los clásicos del tango y del bolero / y los otros / los Mozart y los Beethoven de siempre / en fin todo eso que uno no ha aprendido a sentir / pero que sí parece lo único verdaderamente pulcro / adecuado / para evadir la brutalidad de los sucesos”.

La fascinación que ejerció la música sobre el carácter mitómano de Mario Rivero –que, recordemos, fue cantante de tangos, toda vez que también ejerció de representante o mánager de otros músicos–,  probablemente explique o sea la causa de la cadencia y sonoridad de sus poemas, pese a que estos carecen de métrica y por supuesto de rima. Y pese a que en ellos hay una búsqueda consciente de un lenguaje empobrecido, a semejanza de la realidad que quieren representar.

Sería injusto, no obstante, quedarnos tan sólo con esa imagen de poeta social y urbano, porque sus textos esconden momentos de una lírica atroz, inmisericorde: “El tiempo es un caballo leproso / que pisotea las cosas”. El autor de Flor de pena entendió que la poesía, el arte en general, es la única forma de evitar que el tiempo pisotee y borre cuanto encuentra a su paso. Es una lucha desigual y suicida. Y quizá por ello, igual que el boxeador que en mitad del combate se lanza desesperado a por su rival porque se ha dado cuenta de que no tiene ni la más remota posibilidad de ganar, quizá por ello, los últimos libros de Mario Rivero son algo más introspectivos: había comprendido que él es un personaje más de sus poemas. Otro antiheroe.

Por más que la belleza de sus versos se lo desmintiera una vez y otra vez. Como el cuervo de Poe. Como las olas de un mar infinito.

Publicada en Cuadernos hispanoamericanos, núm. 719
(mayo, 2010), pp. 119-121.

domingo, 29 de mayo de 2011

Juan Ramón Jiménez († 29 de mayo de 1958)

Convalescencia

Sólo tú me acompañas, sol amigo.
Como un perro de luz, lames mi lecho blanco;
y yo pierdo mi mano por tu pelo de oro,
caída de cansancio.
¡Qué de cosas que fueron
se van... más lejos todavía!
                                       Callo
y sonrío, igual que un niño,
dejándome lamer de ti, sol manso.
... De pronto, sol, te yergues,
fiel guardián de mi fracaso
y, en una algarabía ardiente y loca,
ladras a los fantasmas vanos
que, mudas sombras, me amenazan
desde el desierto del ocaso.

sábado, 28 de mayo de 2011

Javier Sánchez Menéndez

Entre los libros que me han llegado esta semana, hay uno de una editorial que –lo confieso– no conocía. Se llama SIM libros. Y el volumen en cuestión es un poemario de Javier Sánchez Menéndez titulado Una aproximación al desconcierto. En él se incluyen textos más o menos extensos junto a una veintena de breverías, en su mayoría haikus. Y como estos últimos días el blog ha girado en esa dirección, no me resisto a copiaros uno:

                                 En la mañana,
                                 desnudos y cansados,
                                 lloran los mirtos.

viernes, 27 de mayo de 2011

René Maublanc

El faro gira
y dice: No te escondas,
puedo encontrarte”.

(trad. Josep M. Rodríguez, en Hana o la flor del cerezo,
Pre-Textos, Valencia, 2007)

jueves, 26 de mayo de 2011

"Hana o la flor del cerezo", reseña del escritor José Luis Morante

Estética del haiku

Autor de los poemarios Las deudas del viajero, Frío y La caja negra y responsable de la antología Alfileres, Josep M. Rodríguez (Súria, 1976) se ha convertido en un perseverante estudioso del haiku, estrofa japonesa que alcanza la categoría de moda entre las últimas promociones, sobre todo a partir de los años setenta, cuando se publica en castellano Sendas de Oku, la obra cimera de Matsuo Bashō, a cargo de Octavio Paz.

En Hana o la flor del cerezo el barcelonés investiga la divulgación de una estrofa que en el imaginario del movimiento modernista aparece ligada al exotismo y a un gusto refinado, exquisito, enaltecido por parnasianos y simbolistas. Circunstancias históricas, derivadas del desarrollo industrial y económico del siglo XIX que exigía la búsqueda de materias primas y mercados, propician el descubrimiento de un horizonte cultural semidesconocido; las exposiciones universales y los viajes de escritores a Oriente van a contribuir a una pautada amanecida de una estética que enriquecerá la sensibilidad occidental.

Una voz representativa del periodo Heian, Murasaki Shikibu, parece inspirar el rótulo del presente estudio. Uno de sus tankas emparenta existencia y fugacidad del siguiente modo: "Cómo quejarnos / de ésta, nuestra vida, / al compararla / con el florecimiento / del cerezo silvestre". Es sabido que la contemplación de la rama florecida es una costumbre extendida, casi un rito popular que año tras año se repite como nítida imagen del proceso de transformación al que la realidad se somete. La poesía se apropia de esa fugacidad y hallaría en el haiku un decir elemental.

Josep M. Rodríguez rastrea la influencia y aclimatación de los maestros japoneses a lo largo del tiempo en textos en prosa y poemas orientalizantes no exentos, en ocasiones, de una retórica de lugares comunes, limitada a rellenar un copioso escenario de elementos dispares. La flexibilidad métrica afecta también a las cualidades máximas originarias que buscaban casi siempre capacidad de sugerencia, imagen intuitiva y economía verbal. Estudia cómo la nueva sensibilidad se va asentando en las producciones literarias francesas y anglosajonas y cómo son muchas las recreaciones de motivos. En castellano suele atribuirse el mérito de introducir el haiku en nuestro idioma a José Juan Tablada, aunque sus poemas sintéticos casi nunca respetan la organización rítmica tradicional. La seducción orientalista afecta a Piedra y cielo, de Juan Ramón Jiménez; a la poesía modernista de Manuel Machado y también a casi todos los representantes de la Generación del 27. La ingeniosidad de las greguerías no parece compartir más condiciones con el haiku que la brevedad. Otra forma breve, el aforismo, presenta un elaborado mensaje conceptual, muy alejado de la inmediatez del haiku. Otros espacios lingüísticos peninsulares también dan fe del aire de familia oriental; recordemos la antología de Manent o la Poesia xinesa de A. Mestres.

Cada tradición busca elementos renovadores que contribuyan a integrarse en el devenir literario. Es innegable que el haiku, con una notoria flexibilidad, ha pasado a ser de uso común; falta por asegurar su permanencia buscando un espíritu autónomo y parámetros que justifiquen y propicien la necesidad del poema. Que el haiku no sea flor de un día.

Este de Madrid, núm. 178 (julio, 2007).

miércoles, 25 de mayo de 2011

Robert Capa

Campo de refugiados de Shar’ar Ha’aliya, 1950 

Hoy hace cincuenta y siete años, en Vietnam, Robert Capa acompañaba a una expedición del ejército francés por una zona boscosa cuando una mina acabó con su vida. Estaba preparando un reportaje para la revista Life. “Si tu fotografía no es lo suficientemente buena es que no estás lo suficientemente cerca”, solía repetir. Del desembarco de Normandía a la Guerra de Indochina, pasando por la célebre “Muerte de un miliciano”. No hay duda de que fue el fotógrafo de guerra más famoso del siglo XX. Aunque también Picasso, Hemingway o Gary Cooper fueron atrapados por la lente de Robert Capa –que en realidad no se llamaba así, sino Endre Ernö Friedman–. Es curiosa la historia de cómo y por qué se cambia el nombre. Pero casi mejor la dejo ya para otro día. Sólo apuntar que escogió Robert por el actor Robert Taylor y Capa, obviamente, por el director de cine Frank Capa. Aquí os dejo un enlace para ver más fotografías suyas. Y si a alguien le interesa, en 1985 Richard Whelan publicó una estupenda biografía sobre este artista húngaro nacido en 1913.

martes, 24 de mayo de 2011

José Luis González Vera

Cada vez más, al abrir un libro de poemas busco reconocerme en sus palabras, identificarme con los gustos de su autor. No importa que la anécdota o el tiempo en el que vive el poeta sean distintos, porque lo que cuenta son las coincidencias que están más allá de esa anécdota y de ese tiempo. En algunas ocasiones no es posible, claro. Pero en otras sí. Y es en esos momentos cuando la poesía se convierte en la mejor de las intermediarias. Gracias a ella he sumado algunos amigos (porque la amistad siempre suma) con los que coincido, y a los que admiro y quiero. Si alguien tiene curiosidad que le eche un vistazo a las últimas páginas de mis libros de poemas. Como suele decirse, no están todos los que son pero son todos los que están. Pues bien, hoy inauguro una nueva sección o etiqueta del blog: Dedicatorias. Porque algunos amigos han tenido a bien dedicarme un poema, del cual, a partir de hoy, he decidido apropiarme, y empezar a colgarlos en el blog para reforzar su estructura de puente, pero también para (en la medida de lo posible) recomendar la lectura, no ya del poema, si no del libro entero.

                          El surfista
a Josep M. Rodríguez    
                         
                          Alumbra igual origen antídoto y veneno.
                          Son muerte y vida diálogo
                          en boca de un actor enfebrecido.
                          Exhibe el saltimbanqui ante los focos
                          valentía y errores.

                          Resurrección oculta.

                          La adversidad abate los dinteles,
                          pero redime el fruto la hojarasca
                          para que el árbol dócil se desbroce
                          en la nivelación de los cepillos,
                          el lamer de barnices;
                          así como la lluvia ahoga y vivifica,
                          juzgaré cada instante
                          exclusivo portal hacia la incertidumbre,
                          refugio del horror y la belleza
                          indiferentes ante mi delirio.

                          Sobre el mar, el surfista asume el cosmos
                          su condición de calma, de luz débil,
                          victoria frente al viento que me turba
                          como los paraísos y neurosis,
                          o el impulso de aquel constante náufrago,
                          neopreno y algas contra la aspereza.

(De Montaje de autor, Puerta del mar, Málaga, 2009)

lunes, 23 de mayo de 2011

José Asunción Silva († 23 de mayo de 1896)

El mal del siglo

El paciente:

Doctor, un desaliento de la vida
Que en lo íntimo de mí se arraiga y nace,
El mal del siglo... el mismo mal de Werther,
De Rolla, de Manfredo y de Leopardi.
Un cansancio de todo, un absoluto
Desprecio por lo humano... un incesante
Renegar de lo vil de la existencia
Digno de mi maestro Schopenhauer;
Un malestar profundo que se aumenta
Con todas las torturas del análisis...

El médico:

-Eso es cuestión de régimen: camine
De mañanita; duerma largo, báñese;
Beba bien; coma bien; cuídese mucho,
¡Lo que usted tiene es hambre!...

domingo, 22 de mayo de 2011

Premio de Poesía Emilio Prados

 
Qué casualidad, me acaban llegar las bases del Premio Emilio Prados de Poesía justo ahora que, desde hace unos días, he empezado a colgar reseñas y poemas de La caja negra. Es un premio al que le tengo especial cariño y del que fui jurado el año 2004, que lo ganó Andrés Navarro. Lo mismo lo gana un primer libro como La fiebre o como el reciente de Jeymer Gamboa, que se lo lleva un poeta joven pero de una interesante trayectoria. Sin importar la procedencia, porque Gamboa es de Costa Rica, Alexis Díaz Pimienta de Cuba y, si no recuerdo mal, Omar Pimienta es mexicano. Un premio con prestigio, buen jurado, dotado con 8000 euros, respaldado por una excelente editorial y totalmente limpio. Doy fe. ¿Acaso se puede pedir algo más?

Así que, si tenéis 35 años o menos, os animo a presentaros. Y para ello copio las bases:
  
     1.-Podrán participar todos los escritores que lo deseen, con una o más obras originales e inéditas en castellano, que no hayan sido premiadas anteriormente en otros concursos.

     2.-Las obras, de tema libre, deberán contar con un mínimo de 500 versos y se presentarán en CD, y un original en papel DIN-A-4 grapado o encuadernado debidamente, escrito en ordenador a doble espacio y por una sola cara. En los originales sólo se hará constar el título de la obra y un seudónimo. En sobre aparte, cerrado y con el título de la obra y seudónimo en el exterior, se incluirán los datos personales del autor: nombre y apellidos, dirección y teléfono de contacto, fotocopia del D.N.I. y una breve nota bio-bibliográfica. En el sobre donde se incluyan la obra y los datos del autor deberá figurar claramente que opta al XII Premio Internacional de Poesía Emilio Prados, para menores de 35 años.

     3.-El premio está dotado con OCHO MIL EUROS ( 8.000 € ), al que se le aplicará las retenciones previstas en la vigente legislación tributaria.

     4.-La convocatoria queda abierta a partir del día 2  de Mayo de 2011 y se cerrará el día 15 de Julio de 2011. Los originales se enviarán al apartado de correos 2060, 29080 – Málaga, admitiéndose sólo los que hagan constar en el matasellos su envío antes de las 24 horas  de la fecha señalada como cierre.

     5.-La Diputada Delegada de Cultura nombrará un Jurado que estará formado por cuatro personalidades del mundo literario, entre los que designará a un presidente, además se incluirá en el jurado al ganador de la edición anterior, a la Asesora Coordinadora del Servicio Centro Cultural Generación del 27, al editor de la obra premiada y un secretario, estos dos últimos con voz pero sin voto.

     6.-La Diputada Delegada de Cultura a la vista de las obras presentadas podrá  designar un comité de lectura previo, constituido por tres escritores de reconocido prestigio, que seleccionará las 15 obras finalistas sobre las que deliberará el Jurado. El número de las obras finalistas podrá ampliarse si el comité, atendiendo a la calidad de los trabajos presentados, lo estima oportuno.

     7.-El fallo del Jurado será inapelable, pudiéndose declarar desierto. No habrá accésits ni se revelará el nombre de los autores finalistas. Solo se abrirá la plica del libro ganador. El fallo se hará público antes del 30 de Octubre de 2011.

     8.-La obra premiada será editada y distribuida por la Editorial  Pre-Textos. El ganador tendrá derecho a recibir cincuenta ejemplares de su obra, entendiéndose que la dotación económica del premio suple los derechos de autor en la primera edición.

     9.-Los originales, excepto el del premiado, serán destruidos y no se mantendrá correspondencia con los autores que se presenten al Premio.

     10.- La participación en el XII Premio Internacional de Poesía Emilio Prados, para menores de 35 años, implica la total aceptación de sus Bases.

sábado, 21 de mayo de 2011

Extremos

                                                                Escucho su decir. 
                                                                Sólo me oigo.
                                                                                                   ALEJANDRA PIZARNIK

Igual que los extremos de una cuerda,
la oscuridad
y el miedo a que despiertes.

Tengo sed.
La belleza de aquello que no veo
pero intuyo que existe,
es ahora tu cuerpo.

A tientas,
              me levanto
y mis dedos recorren la pared
como queriendo leer en ella mi futuro,

(o al revés,
dejando en ella el rastro de mis días).

Escucho el silencio
y mi respiración
                        como pedazos de algo que está roto.

La oscuridad, mis dedos, el pasillo.
Detrás de cada grieta está la nada.

(De La caja negra, Pre-Textos, Valencia, 2004)


viernes, 20 de mayo de 2011

"La caja negra", reseña del poeta Lorenzo Oliván

Raíz de todo viaje

Entre el nutrido grupo de poetas que jóvenes que verdaderamente son jóvenes (la juventud en poesía cada vez parece dilatar más sus fronteras), la voz de Josep M. Rodríguez es, sin duda, una de las que muestra ya una personalidad definida, un mundo propio y en claro crecimiento. Estamos ante alguien que, no sólo ha sido seleccionado en relevantes antologías de alcance nacional, sino que también ha ejercido labores de antólogo, al coordinar la original propuesta de autorretratos poéticos Yo es otro (DVD, 2001) o al seguirle el rastro al haiku en nuestra tradición reciente, en un libro, Alfileres (4 estaciones, 2004), donde arroja una sabia e inquisitiva mirada sobre ese punzante género de diecisiete sílabas.

Su último volumen de poemas, Frío (Pre-Textos, 2002), dejaba claro que había que seguirle la pista a este poeta, por su capacidad para inquietar y sugerir con pocas palabras, pero La caja negra supone una vuelta de tuerca importante. Tal título evoca la luz cifrada de un vuelo, de una existencia en marcha, oculta, escondida, que hay que extraer y saber interpretar. En esa frontera entre lo luminoso y lo oscuro quiere ubicarse el libro, desde las propias citas que lo abren, como en esa misma media distancia se sitúa la apuesta que Luis Antonio de Villena desarrolla en su antología La lógica de Orfeo, que recoge poemas de Josep M. Rodríguez, pues en verdad éste sabe moverse entre la luz de la razón y las siempre huidizas sombras de lo irracional.

El poeta ha aprendido aquí a entretejer mejor los hilos del misterio y lo consigue sacando partido a uno de los recursos más presentes en la poesía última: la elipsis. Hay en el libro una constante dinámica de contrapunto. La realidad sensorial, revelada en sutiles imágenes y comparaciones (“cada hueso que tengo es una lápida / por los muertos que escondo en mi interior”), se corresponde con un sustrato reflexivo, pero como velando las conexiones o correspondencias entre ambos planos. Si a ello sumamos cierta atracción por la contundencia aforística (“De lejos cualquier cosa parece fascinante, / de cerca, ni siquiera un milagro nos sorprende”), los equilibrios en la cuerda floja con lo conceptual y las repeticiones de versos que a veces remiten al mejor blues ya tendremos las líneas maestras de este mundo. Un mundo lleno de sensaciones que conectan con un itinerario existencial, persiguiendo captar el instante eterno, como se nos dice en “Poética”, pero sabiendo que en último término resulta inaccesible.

La impresión que le queda a quien lee el mensaje en clave de esta caja negra es la de haber entrevisto la raíz de todo viaje, en especial el de ése, hecho de hallazgos y de pérdidas, que es la vida.

Blanco y negro cultural, diario ABC, 23 de octubre de 2004.

jueves, 19 de mayo de 2011

Elvio Romero


Elvio Romero nació en Yegros en 1926. Es, por tanto, contemporáneo de José Luis Appleyard y Rubén Bareiro Saguier, y algo mayor que Villagra Marsal y Esteban Cabañas. No obstante, tengo la sensación de que su actitud, al menos en sus inicios, está más próxima a Augusto Roa Bastos (1917). Pero es sólo una sensación. Para un lector de esta orilla del Atlántico no resulta sencillo acceder a la poesía paraguaya. De hecho, creo que el poeta más joven que conozco de ese país es Joaquín Morales (1959) y porque hace unos meses escribí para Cuadernos hispanoamericanos una reseña sobre una reciente antología de poesía en la que él estaba incluido (un día de estos la cuelgo). Pero volvamos a Elvio Romero, fallecido el 19 de mayo de 2004. Y quedémonos con un poema suyo perteneciente al volumen Un relámpago herido, de 1963:

                    Tormenta

                    La noche ha sido larga.

                    Como desde cien años
                    de lluvia,
                    de una respiración embravecida
                    proveniente de un fondo de vértigo nocturno,
                    de un cántaro colorado
                    jadeando en la tierra,
                    el viento ha desatado su tempestad violenta
                    sobre el velo anhelante de la ilusión
                    efímera, sobre los fatigados menesteres,
                    y tú y yo, en la colina
                    más alta,
                    en el rincón de nuestros dos silencios,
                    abrazados al tiempo del amor, desvelándonos.

                    Deja que el viento muerda sobre el viento.

                    Yo te cerraré los ojos.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Cuaderno de bitácora

La semana pasada leí un artículo según el cual la inmensa mayoría de blogs no llegan a cumplir el primer año de vida. Afirmaban que una forma de contrarrestar esa erosión, ese cansancio, dependía de los “compañeros de viaje” (no me gusta la palabra “seguidores”). La verdad es que diecisiete no es una mala cifra. Obviamente, el número de visitas también ayudaba y, para ser sincero, más de 2500 en el primer mes y medio es más de lo que esperaba. Gracias a todos.

Por cierto, de un tiempo a esta parte han aumentado considerablemente las visitas del otro lado del Atlántico: Estados Unidos, Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Perú, México… No se me ocurre otra cosa que copiaros un poema de José Agustín Goytisolo y esperar que os guste:

                                     Americanos

                                     Yo tuve amigos
                                     de color
                                     de bronce:
                                     hombres de Sur
                                     compañeros
                                     de América.
                                     Llegaban hasta mí
                                     con sus canciones
                                     con su tierra
                                     en la mano.
                                     Me decían:
                                     yo soy de Colombia;
                                     México; Argentina;
                                     yo traigo el Altiplano
                                     en la palabra;
                                     vengo de Venezuela;
                                     Ecuador; Nicaragua;
                                     soy de Chile;
                                     mi patria
                                     es El Perú...
                                     Por ellos
                                     se ensancharon
                                     mis fronteras;
                                     por sus canciones
                                     me inundó la alegría
                                     de otros mares; supe
                                     el dolor de pueblos
                                     sin aurora;
                                     alcancé el corazón:
                                     sentí su tierra.

lunes, 16 de mayo de 2011

Izis

White Chapel, 1950

Izis se llamaba en realidad Israëlis Bidermanas. Nació en Marijampolė (Lituania) el 17 de enero de 1911. A los trece años se hizo aprendiz de fotografía. La inestabilidad y el antisemitismo que se vivían en su país le forzaron a exiliarse, en 1930, aunque a diferencia de sus compatriotas –cuyo destino acostumbraba a ser Israel–, él prefirió París. Quería ser pintor. Sin embargo, una vez en la Ciudad de la Luces, ganarse la vida se convirtió en su principal ocupación y entró a trabajar en un estudio fotográfico. Fueron años difíciles. Durante la ocupación nazi fue capturado y torturado y encarcelado hasta que la resistencia le liberó. Una vez libre empezó a hacer fotografías de los maquisards, que acabarían siendo expuestas en París en 1944. Colaboró con Breton, Cendrars, Francis Ponge y Prévert. A partir de 1949 trabajó para la revista Paris Match. Fue un fotógrafo del todo imprescindible. Murió en 1980. Hoy hace treinta y un años.

domingo, 15 de mayo de 2011

Helen Levitt

Acabo de llegar de Logroño. Ayer estuve en la sala Amós Salvador donde (hasta el 12 de junio) se expone una retrospectiva de Helen Levitt. Absolutamente recomendable.

sábado, 14 de mayo de 2011

Principio y fin

Pintar la oscuridad desde la oscuridad,
igual que Caravaggio.

Así,
la habitación desnuda
                                y el silencio
que gira lentamente cuando cierras el grifo.

Así
     sales del baño:
tu cuerpo de mujer parece lluvia.

No se puede querer a todo el mundo
                                                       lo escribió Robert Lowell,
el corazón no alcanza para tanto.

Y hablar de ti,
                     en el fondo,
también es una forma de egoísmo.

Pintar la oscuridad
                            desde la oscuridad que nos enlaza
como el principio y el final de un círculo.

No lo rompas y vuélvete hacia mí,
despacio,
              más despacio,

hasta saber cómo termina todo.

(De La caja negra, Valencia, Pre-Textos, 2004)

viernes, 13 de mayo de 2011

"La caja negra", según el crítico literario y poeta Francisco Díaz de Castro

Pocos poetas hay en las últimas promociones con la voz propia que Josep M. Rodríguez (1976) muestra desde hace tiempo y que le ha valido figurar en varias antologías. Si Frío (2002) justificaba las expectativas de sus entregas primerizas, La caja negra muestra una voz ya consolidada que parte del realismo para indagar en lo más secreto de la conciencia, como sugiere el título y confirman los poemas: “Vivir es abrazar oscuridades: / de lo que no sabemos a lo que no sabemos, / desde una lejanía hasta otra lejanía. / Todo es inaccesible” (“Ecuación”).

Rápida y reflexiva a un tiempo, la inteligencia poética nos lleva directamente de la observación a sus efectos, enfriando la emoción y precipitándola a la vez desde un dramatismo contenido que intensifica los hallazgos y que abre puertas enigmáticas. La reserva sentimental evita lo accesorio, y abundan las comparaciones sorprendentes (“Humo antiguo de fábrica, / intestino que creces y al crecer / te retuerces y elevas...”) y las formulaciones sugerentes y atinadas: “El sol nos reconcilia con la muerte”, “En mi frente se arruga la mañana”. Visionario en poemas como “Frío”, observador sensitivo (“Tiro una piedra al agua / y el estanque es un árbol recién cortado”), Josep M. Rodríguez acusa recibo cierto de la realidad común y, al tiempo, entre lo memorable y lo intrincado, revela sus influjos –Vinyoli, Ungaretti, Pizarnik...– y busca aventurarse más allá: “Sólo la oscuridad es transparencia”.

El cultural del diario El mundo, 9 de diciembre de 2004.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Joan Margarit


Hoy cumple años Joan Margarit. Una excusa como otra cualquiera para recordar uno de sus poemas:

Al lector

Teves seran les dones que he estimat
i que mai no he perdut, malgrat el vent
cruel dels anys, i teu serà l'enigma
de l'illa del tresor.
Els teus ulls seran meus per un instant
i, a canvi de deixar-te escoltar als vidres
la pluja que ara escolto, i fer-te còmplice
del meu demà, que tu podràs conèixer,
no permetràs que mori i, algun vespre,
em deixaràs ser tu en una altra pluja.

                                    Al lector

                                    Tuyas serán las mujeres que amé
                                    y que nunca he perdido, pese al viento
                                    cruel de los años, y tuyo el enigma
                                    de la isla del tesoro.
                                    Tus ojos serán míos un instante
                                    y, a cambio de dejarte oír en los cristales 
                                    la lluvia que ahora escucho, y hacerte cómplice
                                    de mi futuro, que tú podrás conocer,
                                    impedirás que muera y, una tarde,
                                    me dejarás ser tú en otra lluvia.

Trad. de Joan Margarit